Tu cerebro quiere que tus 260
millones de receptores de la luz trabajen a pleno rendimiento para que entre
toda la información que tanto te atrae.
Lo mismo sucede con el resto de
tus sentidos. Tienes la “mente abierta”, en el verdadero sentido de la palabra.
Inmediatamente entras en un estado en que aumenta lo que aprendes, tu memoria, concentración,
enfoque y capacidad de respuesta, revelándote todo su potencial y poder.
El verdadero poder no es la
capacidad momentánea de imponerte sobre otra persona o personas; en ese tipo de
poder no existe una seguridad interna y duradera. A medida que cambia el tiempo
cambiará (y disminuirá) también ese poder.
El verdadero poder tampoco es
tener un cuerpo fuerte que te haga superior a los demás físicamente. Él también
cambiará eso. Todo estos “poderes físicos” son temporales, y si han supuesto tu
pilar, la ausencia o pérdida de los mismos te puede conducir al miedo y a la
inseguridad.
El poder real reside en el poder
del amor, tal como hemos visto a lo largo de la historia gracias a seres como
Buda, Jesús, Mahoma. El recuerdo de esos espíritus fuertes que lucharon con el
poder de su amor todavía florece en un número creciente de almas humanas. Y este
amor puede “mover montañas”, puede hacer que personas normales y corrientes
realicen hazañas extraordinarias. El milagro de la vida es el Amor.
Gracias Divinidad por el regalo
de la vida y por el regalo de la complicidad, para hacer de cada una de las
experiencias un viaje divertido, liberador y sanador.
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